Día a día lo que sucedió en
La Semana de Mayo de 1810
Autor: Pigna, Felipe, Los Mitos
de la Historia Argentina, Buenos Aires, Norma. 2004.
Durante la etapa virreinal,
España mantuvo un férreo monopolio con sus colonias americanas, impidiendo el
libre comercio con Inglaterra, beneficiaria de una extensa producción
manufacturera en plena revolución industrial. La condena a la intermediación
perpetua por parte de España encarecía los intercambios comerciales y sofocaba
el crecimiento de las colonias. La escasez de autoridades españolas y la
necesidad de reemplazar al régimen monopólico, sumado a las convulsiones que se
vivían Europa tras la invasión napoleónica, llevaron a un grupo destacado de la
población criolla a impulsar un movimiento revolucionario.
Para febrero de 1810 casi toda
España se encontraba en manos de los franceses. Un Consejo de Regencia
gobernaba la península en nombre de Fernando VII, prisionero de Napoleón. El 13
de mayo de 1810 llegaron a Buenos Aires las noticias de la caída de la Junta
Central de Sevilla, último bastión del poder español.
La autoridad que había designado
al virrey Baltasar Hidalgo de Cisneros había, por tanto, caducado y la propia
autoridad del virrey se encontraba cuestionada. Pronto Cisneros debió ceder a
las presiones de las milicias criollas y de un grupo de jóvenes revolucionarios
y convocó a un Cabildo Abierto para el 22 de mayo de 1810. El Cabildo, dominado
por españoles, burló la voluntad popular y estableció una junta de gobierno
presidida por el propio Cisneros. Esto provocó la reacción de las milicias y el
pueblo. Cornelio Saavedra y Juan José Castelli obtuvieron la renuncia del ex
virrey.
El 25 de mayo, reunido en la
Plaza de la Victoria, actual Plaza de Mayo, el pueblo de Buenos Aires
finalmente impuso su voluntad al Cabildo creando la Junta Provisoria
Gubernativa del Río de la Plata integrada por: Cornelio Saavedra, presidente;
Juan José Castelli, Manuel Belgrano, Miguel de Azcuénaga, Manuel Alberti,
Domingo Matheu, Juan Larrea, vocales; y Juan José Paso y Mariano Moreno,
secretarios. Quedó así formado el primer gobierno patrio, que no tardó en
desconocer la autoridad del Consejo de Regencia español.
Hemos elegido algunos extractos
del pensamiento de Mariano Moreno, uno de los más esclarecidos patriotas de la
Revolución de Mayo, donde reivindica valores todavía vigentes como la importancia
de la instrucción y la educación como método contra las tiranías, la necesidad
de vigilar la conducta de los representantes, los reparos ante las injerencias
del extranjero y la necesidad de una organización federal en el gobierno.
“El oficial de nuestro ejército
después de asombrar al enemigo por su valor, debe ganar a los pueblos por el
irresistible atractivo de su instrucción. El que se encuentre desnudo de estas
cualidades redoble sus esfuerzos para adquirirlas, y no se avergüence de una
dócil resignación a la enseñanza que se le ofrece, pues en un pueblo naciente
todos somos principiantes, y no hay otra diferencia que la de nuestros buenos
deseos: el que no sienta los estímulos de una noble ambición de saber y
distinguirse en su carrera, abandónela con tiempo, y no se exponga al seguro
bochorno de ser arrojado con ignominia: busque para su habitación un pueblo de
bárbaros o de esclavos y huya de la gran Buenos Aires que no quiere entre sus
hijos hombres extranjeros a las virtudes.”
“El pueblo tiene derecho a saber
la conducta de sus representantes, y el honor de éstos se interesa en que todos
conozcan la execración con que miran aquellas reservas y misterios inventados
por el poder para cubrir sus delitos. El pueblo no debe contentarse con que sus
jefes obren bien, debe aspirar a que nunca puedan obrar mal.
“Si los pueblos no se ilustran,
si no se vulgarizan sus derechos, si cada hombre no conoce, lo que vale, lo que
puede y lo que sabe, nuevas ilusiones sucederán a las antiguas y después de
vacilar algún tiempo entre mil incertidumbres, será tal vez nuestra suerte,
mudar de tiranos, sin destruir la tiranía”
“Los pueblos deben estar siempre
atentos a la conservación de sus intereses y derechos y no deben fiar más que
de sí mismos. El extranjero no viene a nuestro país a trabajar en nuestro bien,
sino a sacar cuantas ventajas pueda proporcionarse. Recibámoslo en buena hora,
aprendamos las mejoras de su civilización, aceptemos las obras de su industria
y franqueémosle los frutos que la naturaleza nos reparte a manos llenas; pero
miremos sus consejos con la mayor reserva y no incurramos en el error de
aquellos pueblos inocentes que se dejaron envolver en cadenas, en medio del
embelesamiento que les habían producido los chiches y coloridos abalorios. Aprendamos
de nuestros padres y que no se escriba de nosotros lo que se ha escrito de los
habitantes de la antigua España con respecto a los cartagineses que la
dominaron:
Libre, feliz, España
independiente
Se abrió el cartaginés
incautamente:
Viéronse estos traidores
Fingirse amigos, para ser
señores;
Entrar vendiendo para salir
mandando’”
Fuente: Mariano Moreno, Escritos
Políticos, Buenos Aires, La Cultura Argentina, 1915
“En vano publicaría esta Junta
principios liberales, que hagan apreciar a los pueblos el inestimable don de su
libertad, si permitiese la continuación de aquellos prestigios, que por
desgracia de la humanidad inventaron los tiranos, para sofocar los sentimientos
de la naturaleza. Privada la multitud de luces necesarias, para dar su
verdadero valor á todas las cosas; reducida por la condición de sus tareas á no
extender sus meditaciones mas allá de sus primeras necesidades; acostumbrada á
ver los magistrados y jefes envueltos en un brillo, que deslumbra á los demás,
y los separa de su inmediación; confunde los inciensos y homenajes con la
autoridad de los que los disfrutan; y jamás se detiene en buscar á el jefe por
los títulos que lo constituyen, sino por el voto y condecoraciones con que
siempre lo ha visto distinguido. De aquí es, que el usurpador, el déspota, el
asesino de su patria arrastra por una calle pública la veneración y respeto de
un gentío inmenso, al paso que carga la execración de los filósofos, y las
maldiciones de los buenos ciudadanos; y de aquí es, que á presencia de ese
aparato exterior, precursor seguro de castigos y todo género de violencias,
tiemblan los hombres oprimidos, y se asustan de sí mismos, si alguna vez el
exceso de opresión les había hecho pensar en secreto algún remedio”.
Algunos miopes quieren ver en
esta disputa el origen de la oposición entre unitarios y federales, alineando
por supuesto a Moreno en el rol de padre del unitarismo y a Saavedra como
progenitor, ya que nuestra historia es fanática de los padres, del federalismo.
Es curioso porque Saavedra, hombre poco afecto a la filosofía y a la escritura,
no ha dejado una sola línea en la que mencione siquiera las palabras
federalismo o federación, mientras que el “unitario” Moreno le dedica varios
párrafos de su texto: Sobre las miras del Congreso que acaba de convocarse, y
la Constitución del Estado: Allí señalaba:
“El gran principio de la
federación se halla en que los estados individuales, reteniendo la parte de
soberanía que necesitan para sus negocios internos, ceden a una autoridad suprema
y nacional la parte de soberanía que llamaremos eminente, para los negocios
generales, en otros términos, para todos aquellos puntos en que deben obrar
como nación. De que resulta, que si en actos particulares, y dentro de su
territorio, un miembro de la federación obra independientemente como legislador
de sí mismo, en los asuntos generales obedece en clase de súbdito a las leyes y
decretos de la autoridad nacional que todos han formado. En esta forma de
gobierno, por más que se haya dicho en contrario, debe reconocerse la gran
ventaja del influjo de la opinión del contento general: se parece a las
armonías de la naturaleza, que están compuestas de fuerzas y acciones
diferentes, que todas concurren a un fin, para equilibrio y contrapeso, no para
oposición; y desde que se practica felizmente aun por sociedades incultas no
puede ser calificada de difícil. Este sistema es el mejor quizá, que se ha
discurrido entre los hombres”.
Autor: Pigna, Felipe, Los Mitos
de la Historia Argentina, Buenos Aires, Norma. 2004
Fuente: www.elhistoriador.com.ar
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